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Del vinilo al emprendimiento: lo que dirigir un sello me enseñó sobre lanzar una startup

Antes de lanzar Revelator, pasé más de 20 años inmerso en la música: desde poner discos en KCRW hasta dirigir Quango Music Group junto a Chris Blackwell. Firmamos artistas como Bomb the Bass y Kruder & Dorfmeister, seleccionamos música para hoteles icónicos y conseguimos sincronizaciones para películas. Pero cuanto más me adentraba, más me daba cuenta de que no solo estaba construyendo un sello, sino que, sin saberlo, me estaba preparando para lanzar una startup.

Dirigir un sello y lanzar una startup tienen mucho en común:

  • Todo empieza con la fe. Ya sea un álbum debut o un prototipo, estás invirtiendo en una visión que aún no se ha probado.
  • Desarrollas talento creativo—o técnico—y les ayudas a crecer.
  • Navegas el caos. Plazos inciertos, mercados en movimiento, derechos fragmentados o planes poco claros.
  • Obsesión por la propiedad. En la música, son derechos y regalías. En startups, es el equity y la propiedad intelectual. En cualquier caso, estás intentando generar valor desde la materia prima.
  • Haces de todo. A&R o UX, licencias o legal, logística de giras o contratación de equipo… aprendes a hacerlo todo.

Para mí, el punto de cambio llegó tras años de luchar con herramientas obsoletas para gestionar derechos, regalías y datos. Tuve que crear un sistema mejor. Así nació Revelator: una plataforma diseñada para impulsar la economía musical independiente con una infraestructura tan potente como la de los grandes.

Las startups y los sellos discográficos empiezan ambas con la búsqueda: de sonido, de un producto que encaje en el mercado, de una audiencia que realmente conecte.

Y si lo haces bien, en ambos hay que lanzarse antes de que el mundo escuche lo que tú ya sabes.

Cuando lancé mi sello, pensé que entraba al negocio musical. Al final, estaba fundando una startup sin saberlo.

Ambos roles requieren que:

  • Detectes talento antes que los demás—ya sea un artista revelación o una oportunidad de mercado.
  • Apostes por lo invisible—invirtiendo tiempo, dinero y emoción en algo que aún no se ha probado.
  • Construyas equipos basados en la fe—productores, ingenieros, marketers… o programadores, diseñadores y los primeros fichajes.
  • Gestiones riesgos constantemente—gastos fijos o presupuestos de gira, tiempo de vida de la empresa o ciclos de álbum… las apuestas se sienten personales.
  • Cuentes una historia que inspire—levantar una ronda de inversión o lanzar un álbum debut requieren narrativa y convicción.

Y lo más importante: en ambos, no solo vendes un producto o un sonido. Estás vendiendo un futuro que aún no existe.